martes, 15 de agosto de 2017

Oda a Bob Black

Perdí un trabajo
pero gané un libro
volví a conversar con las plantas
a disfrutar los sonidos
que arroja la calle
a desayunar en silencio
sin pensar en producir
ni sonreír a la fuerza a nadie.


Me volví a mirar en el espejo
vi gente del pasado
transformada en prócer
ahorcada en mi pared
solo por hacer lo que piensa.

Pienso en el suicidio
pienso en mi renuncia
asumo las consecuencias
porque perdí un trabajo
pero gané un libro.



lunes, 24 de abril de 2017

Take Shelter

Como por resguardarse es que escribo. Te escribo. Me escribo. Botellas con mensajes en el mar del internet. Mensajes que alguna vez serán solo intenciones y códigos. Señales perdidas en el manto estrellado, satélites naturales. Cuando las paredes se caigan y la luz se vaya, cuando los temblores quiebren las instituciones y el mar nos devore quisiera que recuerdes esto.




jueves, 23 de marzo de 2017

Villa Animalia #2

     Siempre pensé que la soledad era una bendición. Decidir moverme sin arrastrar a nadie más que mi familia y sus preocupaciones. Tal vez lo pensaba por la soledad y la falta de pareja: viudez voluntaria, un número primo sin raíz cuadrada.
     Hace unos dìas la casa de mi nuevo vecino se incendió. La estupidez humana se adjudicó el atentado. Un gásfiter que arreglaba el baño estaba cerca del foco del fuego: una cortina achurrascándose debido a una falla eléctrica. La primera reacción fue arrojarle una botella con agua, que estaba en el lugar. El problema es que era aguarrás, el problema es que el fuego se riega con combustible, el problema es que el proletario nunca ha sabido enfrentarse al fuego.
     La casa secundó el caluroso día y el trabajador fue arrestado por carabineros para aclarar el hecho. Yo lo hubiese enviado a clases de química, urgentes!!! Better Call Heisemberg.
      Los gatos desaparecieron. En un principio me sentí bendecido por el fuego. De verdad fue muy cerca el incendio. Espero que los leones de mi patio hayan podido escapar. Solo he visto al más pequeño. Ayer estaba tomando sol bajo los escombros, sin entender mucho. Yo tampoco entiendo nada. Son días crudos.

lunes, 13 de marzo de 2017

Villa Animalia #1

 Adopté una camada de gatos. El patio de mi casa nueva tenías espinos y basura donde parió la mamá. Hace poco me cambié y limpié el patio. La antigua dueña mató unos gatos, según el vecino. Me dijo que compró un ácido y lo echaba en el piso para espantarlos. Una víbora contra unos felinos. Espero que ella se muerda la lengua y desaparezca. Espero que los gatos vuelvan a confiar en las personas. Me gruñen cuando les doy comida o me acerco mucho. Duermen debajo de unas tablas, esperando que vuelva la basura y los tape. Eso no volverá a pasar.


 Los animales se parecen a los alumnos. Suena ofensivo pero no tanto. Son seres hambrientos, esponjas de sensaciones y experiencias. Gruñen y vociferan en estampida, se ríen como comadrejas, ensucian donde comen y algunos se cortejan entre los pasillos. Sin embargo, no creo que deban perder el instinto, ni los humanos, ni los animales, ni los alumnos, ni los profesores que habitamos las escuelas de domesticación.
 También Adopté una camada de estudiantes de primero medio. más bien, un grupo de alumnos me admitió en su numerosa manada. Y es que yo también parezco un animal: una lagartija disfrutando del sol seco de Villa Alemana, un pájaro, un pajarón en bici por Troncos Viejos.

martes, 14 de febrero de 2017

Rituales del fin del mundo

 “You can't dismiss this sick transmission huffs your brain
Exhale your will and forget I ever knew you”

No love- Death grips

La inexactitud consiste en que yo no dije, como usted ha entendido, que los hombres extraordinarios están autorizados a cometer toda clase de actos criminales. Sin duda, un artículo que sostuviera semejante tesis no se habría podido publicar. Lo que yo insinué fue tan sólo que el hombre extraordinario tiene el derecho..., no el derecho legal, naturalmente, sino el derecho moral..., de permitir a su conciencia franquear ciertos obstáculos en el caso de que así lo exija la realización de sus ideas, tal vez beneficiosas para toda la humanidad…”


Crimen y Castigo – Fedor Dostoievsky


 Pensar en la posibilidad y no en los límites. En un libro clásico de nuestra delgada y angosta literatura chilena, “El socio” de Jenaro Prieto, se cuenta la historia de Julián Pardo, un hombre de negocios que absorbido por una mentira crea un alterego que termina por asesinarlo. Una idea que se sale de control y logra remecer los límites de la imaginación. En esa pequeña rendija de locura es donde se desarrolla Mr. Robot (2015), una historia que colisiona contra las barreras blandengues de la moral. Solo Breaking Bad (2008) se acerca a la complejidad del protagonista del relato: un oficioso trabajador de las malas artes, un curioso impertinente frente a las cárceles del miedo y los intereses de quien maneja los hilos de la normalidad.
Un historia cercana para futuros nativos virtuales insurrectos. Nativos auténticos de una época posmaterialista, con basura tecnológica como abono. Un grupo de indígenas de la aldea global que pretenden derribar los castillos en el aire del capitalismo. Con Mr. Robot pienso en un resurgimiento de la ideología. Hacktivismo como la curiosidad al servicio del caos, incompatible con la moral y la paz armada imperante. Su argumento es claro: un grupo de hackers que logra atentar contra una mega empresa conocida como E. Corp. Su personaje principal es Elliot, un asesor de seguridad informática de grandes conglomerados. La trama se desarrolla en los suburbios de un New York rata y opaco, entre contradicciones de un sistema económico que merece ser cuestionado con acciones directas.


“Descubrir lo real que hay en la ficción”, afirma Zizek en The Pervert's Guide to Cinema - Lacanian Psychoanalysis and Film (2006). Esta idea implícita pareciera guiar la serie. A menudo las propias sospechas de Elliot contaminan la narración y nos impiden la certeza frente a lo que vemos, cuestionando incluso nuestro rol de espectadores. Su alterego, encabeza una campaña ejemplar, un manual para los disconformes que están dispuestos a hablar en código binario. Un perfil comparable con el Tyler Durden de Chuck Palaniuhk, el señor Hyde de Stevenson o el ya clásico Walter Davis. Con el ímpetu de Hannibal (2013) protagonizando una conspiranoia de Black Mirror (2011).
Es su lenguaje visual novedoso, finalmente, el que logra ese efecto de ambigüedad entre personajes volátiles, guarenes rata, magnates obscenos e insurrectos prolíficos. La ingenieria social y el doxing son las principales armas de esta revolución cyberpunk que amenaza con cambiar el mundo, cueste lo que cueste. Elliot se erige como un Lautaro con los medios más sofisticados de su tribu, reventando sus fosas nasales y las fosas marianas del internet, baneando especuladores vendehumos. Por qué finalmente esa es la discusión. ¿Cuál es el costo de hacer desaparecer la ficción del dinero de la vida real?

lunes, 2 de enero de 2017

201666

Un año, una nueva oportunidad. 365 días de un calendario del que reniego, por su calidad de calendario, por cada uno de sus días. Un año nuevo y 365 nuevas formas de morir. Con menos capacidad pulmonar, con marcas en los huesos y costrar en la conciencia. Tajos que sonríen como cicatrices, una delgadez que me inviste con el honor de un pastabasero. Pero eso es solo la apariencia de un flacucho digno del tercer mundo, con aflicciones e infecciones en la voz encigarrada, rasgada por el ímpetu de un grito crudo, enrevesado pero mudo.
Un nuevo año por escribir en la piel. Siento que me acerco a un momento cúlmine, una instancia habitada por hijos y viejos amigos en una noche con estrellas y pecas en el cielo. Sin luz. Teniendo sexo y conservando el rubor de la calentura para los días siguientes. Con ganas de salir del pozo sin posar, de caminar acompañado sin temor a creer, a confiar, a desarraigarme de mí mismo. Al parecer es la única ley de la vida: el movimiento. Bailan las neuronas, bailan los átomos, baila la gente para sacarse el 201666 de encima. Yo también, aunque no sé si baile pero por lo menos lo intento.


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