sábado, 3 de mayo de 2008

Carta al torturador

Le deseo sinceramente un juicio justo, apegado a derecho y en la medida de lo posible, un calabozo limpio, comodo y digno...

Ojala que nadie le golpee, General, que nadie lo humille...
Que no le confisquen su casa ni su auto ni le destruyan su biblioteca...
Que no le venden los ojos ni lo tiren el suelo para darle patadas y culetazos...

Que no le cuelguen de los pulgares, ni le administren descargas electricas en los testiculos, que no le arranquen la lengua, que no le hundan la cara en una pila de agua de vomito, ni lo axfisien metiendole la cabeza en una bolsa de plastico, que no le revienten los globos oculares, que no quiebren los huesos de las manos, que no le introduzcan ratas hambrientas por el ano, que no le violen, ni lo mutilen, ni lo hagan volar a pedazos con una carga explosiva; que no disuelvan su entierro a macanazos, que no secuestren a sus hermanos ni les arranquen los pezones a sus hijas.
Es decir General, ojala que no le hagan nada de lo que sus subordinados hicieron, bajo sus ordenes directas y la responsabilidad de usted, a miles de chilenos y chilenas y a muchos otros ciudadanos de Argentina, de España, de
Francia, de Alemania, de Suecia.

No… que le organicen un juicio justo y que le preparen una celda limpia y comoda en la que pueda pasar sus ultimos años sin padecer frio ni hambre.
No es nada personal. Es que si eso se consigue, General Augusto Pinochet Ugarte, la humanidad habra dado un gran paso hacia el reencuentro consigo misma...

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