“Las mujeres no
se alegraron con la noticia. Eran palurdas, les gustaba escuchar los novelones
de la radio con sus amigas del lugar. Esos novelones de argumento único. Las mujeres
honestas se pierden en la ciudad,
donde los hampones violan sin para por todos los agujeros.
La ciudad es el infierno, y hay que haber nacido en ella, en sus calles tétricas, para poder resistirse”
donde los hampones violan sin para por todos los agujeros.
La ciudad es el infierno, y hay que haber nacido en ella, en sus calles tétricas, para poder resistirse”
Tadeys – Osvaldo Lamborghini
Septiembre es siniestro. El mes más
propicio para iniciar relaciones de amor amargas, dependientes y violentas. El
mejor mes para romper tabúes, para muertes anunciadas, para iniciar la lectura
de una novela oscura: la comarca es un territorio enorme ubicado
en alguna parte de Europa oriental, una la capital simbólica, un Macondo
incestuoso, la síntesis de una época medieval sórdida, donde la sodomía, el
bestialismo y la violación se ejercen de forma cotidiana. En ese clima de perversión
sexual que impone una estructura social despótica, es donde los habitantes
deben sobrevivir a la hambruna y la pobreza comerciando con Tadeys, una extraña
especie caníbal, antropomórfica, que vive en cuevas inexploradas. Así de simple. Lectura digresiva
para lectores repulsivo-convulsivos. Lectura vetada para lectores impulsivo-compulsivos.
Y qué decir de su pozo político, de su correspondencia con las instituciones religiosas,
de las pulsiones humanas reprimidas que intenta llevar al límite.
Taller de lectura para 30 días terribles, plagados de
cinismo, de procesos inconclusos, en un marco de resentimiento latente: el 3 se promulgó la ley de defensa de la
democracia de Gonzalez Videla y el 18
se jura obediencia y servilismo a la corona española. El 19 se suicida Balmaceda, el 10
de Rokha y el 11 Allende, en un Golpe
de estado que es un golpe a la cátedra del Neoliberalismo, un tiro de gracia. Parra
nace el 5 y los tiene a todos
chorreando de dulzura. Viejo decadente, vaca sagrada, decrépito, lobista descarado,
con una condena literaria clara: vivir más de ochenta años. Un vencedor para la historia, un vencido para la literatura chilena. Honor y gloria en
su centenaurio, aplausos y velas de sus Parrásitos. Gritos y barricadas para aplacar
el olor a mierda pestilente, a efemérides repugnantes de un mes execrable. El 4 se incendia (¿queman?) la ya mítica
discoteque Divine en el centro de Valparaíso
y con ella una veintena de personas, para volver al principio:
“Y a la madre:
-Puta, vení para acá, desnuda
también ponete al lado de tu hijo, a quien ojalá Dios haga maricón, así lo
humillan todavía más y en el culo le remedian la vanidad”[1]
¿Y qué
nos queda por celebrar? ¿Es el ensalce de los valores de la chilenidad una
buena excusa? ¿La cultura popular revestida de nacionalismo y folclor
acomodaticio? ¿Sedtiembre o reSeptimiento? Repito: un mes para quemar al
conformista, para forzar los límites, para revivir rencores, para ajusticiar el
parkinson y la amnesia de la clase dominante. La época ideal para abrir caminos
difíciles, inabarcables, imposibles: el camino de tierra, ese “órgano
metafórico” al que Lamborghini loa, y simboliza, y desacraliza y parodia, par(a)odiar,
para subvertir conceptos, para desmantelar todas estructuras imaginables.
1 comentario:
Escribiste sobrio y con pena, después préstame el tadeys pa pensar yo también al respecto rey. El insomnio hace escribir. Eso de las fechas dice que nací el día que quemaron la Divine, cuenta la leyenda que adentro andaba don francisco. no me extrañaría que fuera cierto.
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