Para que la literatura funcione como una forma de hacer cosas con palabras
debe estar emparentada con la geometría. Ser la banda sonora de lo que está
propensa a contar
Un verso indica los grados de apertura de un ángulo de la
realidad. La coma es un símbolo de tránsito y una falta de ortografía es
similar a combinar corbata y short, cuestión de gusto. Todo se lo debemos al
advenimiento de la ironía y la parodia que han quebrado definitivamente el
marco que reducía la literatura al libro. Aun así, el centro de madres ha
querido venderla de profesión como si la responsabilidad y la autoría otorgaran
más verosimilitud o como si las ganancias de un best seller hablaran más que el
contenido del mismo. Por suerte el papel es biodegradable y cuando desaparece,
están las manos, está la voz, está el espacio. De eso nos han dado un par de
luces los actos de habla y por ahí, creo, habría que entrar a picar.
Si luchar contra una página en blanco es más pelúo que
construir castillos en la tierra, es peor cuando se hace sin luz y con
materiales poco nobles. Cuando se construye en silencio se hace despacio, no
por guardar el sentido de lo inédito -pues toda escritura es un acto público -
sino porque resulta difícil escribir sin molde, hacer patria en la nada, desde un
rincón bajo el escenario. Y no es que haya problema con los rincones sino que
ya no se necesitan escenarios, y por el contrario, el rincón asusta por su olor
a humedad, frío y poca visibilidad. Pero incluso aquí la literatura nos sirve
de ayuda porque no hay libro que no busque ser interpretable o en su defecto,
sirva para armar una fogata.
Estamos en tiempos
difíciles, donde sabemos que el primero que te hable de arte te quiere vender
algo. El arte es un producto farmacéutico para imbéciles se dijo por ahí. Pero no, la literatura es un lugar no
un objeto, he ahí la verdadera ficción. Desde este lado del discurso, hablamos
de arte como quien te invita a su casa, como si el arte fuese un gentilicio,
como si el juego de la literatura siempre terminara convirtiéndose en realidad,
ya que para envalentonarse con una obra social, primero hay que perderle el
miedo a las palabras. Hay que dejar la paja y liberar a la musa de una vez por
todas, pues la escritura es un acto de sobrevivencia, una necesidad cultural de
los grupos con autodeterminación.
En lo que respecta a mí, me sigue pareciendo un acto
consecuente la ceguera de Borges (en pro o en contra, disculpando la expresión,
se mire por donde se mire). Pero entonces: ¿es
antes el deseo y después el sueño, o es primero el sueño y después el deseo?
Sólo Macbeth y Lenin lo saben.
1 comentario:
Bueno, como pa darte un abrazo xD
En serio.
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