“La
calor la cagó y ya me dio insolación,
una cerveza me repondría y me dejaría mucho mejor”
una cerveza me repondría y me dejaría mucho mejor”
Ser
Humano N°2 - TDG
Dentro
de una espesa nube de polvo, entre juegos mecánicos y comida ABC1, se
edificaron 3 estructuras monumentales: la primera destacaba por su mala ubicación,
la segunda por su pésimo sonido y la tercera por su lejanía. Sin embargo, distribución,
parrilla y ubicación suelen ser un dato anecdótico en este tipo de eventos
high, donde la música y el vacile son lo más parecido a un concierto de música
docta, escuchada por sujetos legos en la materia pero con ansias de hablar
sobre dodecafonía con Stravisnky.
Asquerosa
cultura Lollapaloozesca, de música con mano en bolsillo, de filas enormes en locales
exclusivos de comida, de baños armoniosos con fecas armoniosas, con un pulule
de rubias despampanantes y grandes mocetones nacidos en gimnasios-laboratorio,
vagando a la manera de un patrón de fundo. Por lo menos hubo fuerza 8, por lo
menos Salvaje Decibel y Álvaro España tuvieron un cameo en este festival de las
apariencias y la sinmemoria.
¿Cómo
asesinar a Felipes? No hace falta pensarlo porque se suicidan, porque se pisan
la cola, porque se les notan las costuras y queda claro el porqué de su éxito y
el respaldo de la crítica. Música inofensiva, considerando su crisol de Jazz y
Hip-Hop, aunque con experimentos interesantes
como Comenzará de nuevo del 2012. Música de Ghetto secuestrada con
una sonrisa de oreja a oreja, en una sentencia que alguna vez Luca Prodan usó
para Spinetta: rebuscados, con letras que matan pero nadie entiende.
¿Y
Tiro de Gracia en la casa? La cocaína, la comida y el Colon irritable son el karma
de la música de los 90´. Regreso y despedida. Retorno de misericordia. Lo único
valorable, en mi opinión de remitente, fue Lenwadura, un maestro de ceremonia a
la antigua, sobreviviente de una época gloriosa institucionalizada por EMI y
gestionada por Carlos Cabezas y su alter ego. Ojalá alguna pensión de gracia pueda
respaldar a Lenwadura y su flacura, digna de músico del tercer mundo, sea solo consecuencia
de su diabetes.
Punto
aparte, los errores con los show´s, el sonido y el atraso. Punto aparte los
vendedores de alcohol clandestino, piratas de poca monta que en algún momento
vendieron sus últimas latas de cerveza a 3 lucas.
Jorge
González, pasó de Padre a Madrina. Con una actuación simple, consecuencia
–según aclaró- de no haber podido probar sonido, soltó éxitos para los que fueron lolos con ese
filenismo estético, vacío, que nos tiene acostumbrados y que lo liga a la nueva
música $hilena, en una postal que va más o menos así: el argentino Yáñez a su
derecha, Gepe pintándose las uñas a la izquierda y el no despreciable
PedroPiedra tirando tarros en su espalda. Craso error pues, creo, Jorge
González debería seguir respondiendo a la línea músico-estética de Joe Strummer
y no a la de esa mijita rica colorienta que es Morrisey.
Los
tetas probablemente fueron lo mejor del día. Acotados, pertinentes, respetuosos
con el tiempo de los otros artistas, musicalmente parlanchines. Luego vino la
maquinaria Trujillana y la clásica, aunque con Álvaro España como pirinola.
A
esas horas ya se necesitaba agua y asientos, pero a diferencia de otras tocatas
menos concurridas, por estática, por estar clavado al suelo comiendo merengue
con la canícula hardcore en el cielo. Faltaron sus wachas a la deriva, heterocuriosidad,
homoseguridad, parejas accidentales, curaos jugosos, oscuridad de sucucho,
excesos creadores y algún desconcierto en este concierto de voces univocas, en
este sitio de suspensión de lo carnavalesco.
Rato
después salió Molotov a escena y quedó la patá. Minas en pelota sobre la
tarima, muchachos prendiéndole fuego a los locales de comida rápida y parejas
teniendo sexo con Rastamandita, es lo
que les hubiesen querido encontrar pero no fue así. Mirar por mirar. Cabecear
por cabecear. Putear por putear porque puto
el que no brinque el que no salte. Un buen grupo, afinado pero con una
puesta en escena demasiado idiosincrática, una secuela musical del chavo del
ocho, a mi parecer. A Cultura Profética no lo conocía y no me gustó, aunque su
filiación con Portavoz y acompañantes fue interesante, toda vez que rompió con las
expectativas de los espectadores de ópera.
Finalmente
Los Fabulosos Cadillacs y su llegaba en 4 autos lujosos, cerraron un extraño y
extenuante día. Con Vicentico en una rara performance, provocadora pero poco
espontánea, interpretaron canciones para fanáticos especialmente del Surfer Calavera, una rareza en su línea
musical pero por el cual recibieron un Grammy. Se pudo observar a Flavio sin
skate versión hardcore, lo más parecido a Dee Dee Ramone con sobrepeso; a
Vicentico percusionando con más ganas que coordinación y a Sergio Rotman
tomando el protagonismo con el saxo.
Se
sabe: en gustos no hay nada escrito. Sin embargo, la consideración de la
calidad del producto en cuestión (26 lucas costaba la cochiná), o yendo más allá,
la crítica legítima al diseño del espacio arroja malos resultados evidentes.
Vaya a saber uno lo que podrían haber dicho los expertos: imagínense a un paisajista,
imagínense a un arquitecto, imagínense a un buen organizador de eventos. Un festival
fallido, poco festivo, tan improvisado como sus antecesores (El Maquinaria, por
ejemplo), defectuoso sobre todo por su pretensión: ganar dinero con la gran cantidad
de gente –algo totalmente legítimo en el contexto de la oferta y la demanda-
pero sin prever la calidad del show en sus mínimos detalles, rasgo que
repercutió además en el impacto ambiental, faltando al precepto neurálgico que
se viene haciendo costumbre y ojalá no logre instalarse, como lo es esta filosofía
media progre de eventos al aire libre, lo más parecido a la ley de violencia en
los estadio.
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